Alberto Fernández brindó su primer discurso como presidente frente a la Asamblea Legislativa, luego de jurar como Jefe de Estado. Allí, repasó las distintas políticas que implementará durante su mandato.
La primera y principal liberación como país es lograr que el odio no tenga
poder sobre nuestros espíritus. Que el odio no nos colonice. Que el odio no
signifique un derroche de nuestras personas viviendo en comunidad.
Quiero terminar agradeciendo profundamente la generosidad y destacar la
visión estratégica que nuestra vicepresidenta, Cristina Fernández de
Kirchner, ha expresado en este tiempo de la Argentina.
Permítanme también recodar en esta hora a tres personas que me signaron
en la vida.
Quiero recordar a mi madre que me marcó con su ejemplo.
Quiero recordar a Esteban Righi quien me inculcó como nadie los mejores
valores del Estado de Derecho.
Y quiero recordar a Néstor Kirchner, quien en el año 2003 me permitió
participar de la maravillosa aventura de sacar a la Argentina de la postración.
Quiero agradecer también a todas mis compañeras y compañeros del espacio
político que nos ha llevado a la victoria, por la permanente dedicación y
militancia.
Muchas veces me he preguntado en estos días por qué motivos quisiera que
nuestro Gobierno sea recordado en el futuro.
Quisiera que seamos recordados por haber sido capaces de ayudar a volver
a unir a la mesa familiar. Que las lógicas y saludables diferencias políticas que
pueden existir en una familia puedan dialogarse en paz y en respeto, sin
divisiones o peleas.
Quisiera que seamos recordados por haber sido capaces de superar la herida
del hambre en la Argentina, que es un insulto a nuestro proyecto colectivo
de vida en común.
Quisiera que seamos recordados por haber sido capaces de superar la lógica
perversa de una economía que gira alrededor de la desorganización
productiva, la codicia, la especulación y la infertilidad para las mayorías.
Quisiera que dejemos como huella haber reconstruido la casa común con un
gran proyecto nacional, un Acuerdo Estratégico para el Desarrollo, del cual
nos sintamos orgullosos.
Por eso, deseo que las palabras finales de mi primer mensaje como
Presidente de toda la Argentina, no constituyan una respuesta sino una
pregunta.
Las respuestas sin preguntas son como árboles sin raíces. Y sólo en el
encuentro entre las preguntas y las respuestas nuestras palabras adquieren
vida real.
¿Seremos capaces, como Argentina Unida, de atrevernos a construir esta
serena y posible utopía a la cual nos llama hoy la historia?
¿Seremos capaces como sociedad?
¿Seremos capaces como dirigentes?
Yo quiero ser el Presidente de la escucha, del diálogo, del acuerdo para
construir el país de todos.
Días atrás un amigo me señalaba la importancia de todo ello en el futuro que
se avecina. Tenía razón al decir que tenemos que aprender a escucharnos aun
sabiendo que no pensamos los mismo. Demasiado tiempo probamos el
método del enojo y del rencor. Todas y todos debemos despojarnos del
rencor que cargamos. Volvamos a ganarnos la confianza del otro. Volvamos
a confiarnos entre nosotros.
Nos ha llegado la hora. Por eso estoy aquí.
Cuando mi mandato concluya, la democracia argentina estará cumpliendo 40
años de vigencia ininterrumpida.
Ese día quisiera poder demostrar que Raúl Alfonsín tenía razón.
Espero que entre todos podamos demostrar que con la democracia se cura,
se educa y se come.
Pongámonos de pie y empecemos nuevamente nuestra marcha.
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