La nadadora santacruceña que unió a nado las Islas Malvinas
El 12 de febrero de 2017, Alejandra Broglia escribió una página histórica para la natación argentina y santacruceña. Se convirtió en la primera mujer en el mundo en cruzar a nado el Estrecho de San Carlos, uniendo Gran Malvina con Soledad en un desafío de resistencia, estrategia y carga emocional.
Desde aquel momento, su nombre quedó grabado en la historia del deporte, pero detrás de su hazaña hay un proceso minucioso de planificación, entrenamientos rigurosos y el impulso de abrir caminos en aguas inexploradas. “Muchos piensan que lo que hago es una locura, pero cada cruce es un trabajo planificado hasta el más mínimo detalle”, explicó en diálogo con LU14 Radio Provincia.
Broglia, que lleva toda una vida vinculada a la natación, comenzó su camino en aguas abiertas en los lagos santacruceños, donde no había antecedentes ni registros de nado. Luego se desafió con el Estrecho de Magallanes y el Canal de Beagle, hasta que puso su objetivo en Malvinas. “Me tentó muchísimo la idea de que nadie lo había cruzado completo antes. Solo una pareja lo hizo en tándem, nadando en relevos de diez minutos”, relató.
Lograrlo no fue sencillo. Fueron doce meses de preparación y gestiones, que incluyeron autorizaciones del gobierno inglés y la necesidad de conseguir una embarcación habilitada para navegar en la zona. “Las embarcaciones argentinas no tienen permiso para moverse en esas aguas, así que solo había dos opciones: una inglesa y otra con bandera de Barbuda y Antigua, capitaneada por un argentino”, contó.
Finalmente, con un equipo de apoyo conformado por su nadador de rescate, Cristian Espínola, y el capitán del velero Mago del Sur, emprendió la travesía.
“Cuando estás en el agua, la cabeza es el 50%”
La natación en aguas abiertas no solo exige una gran preparación física, sino también una fortaleza mental inquebrantable. “Cuando nadás en lugares donde no tenés referencia, la cabeza te juega muchísimo. Si estás fuerte mentalmente, tenés el 50% del cruce asegurado”, explicó Broglia.
La fecha del nado se eligió estratégicamente. “Febrero es ideal porque en diciembre y enero el sol calienta más el agua. No había registros de temperatura, pero al llegar encontramos que, gracias a varios días con 20 grados, el mar había subido al menos dos grados”, detalló.
La travesía comenzó a las 8:20 de la mañana del 12 de febrero de 2017. Para poder iniciar oficialmente el cruce, tuvo que sortear 200 metros de algas cachiyuyos antes de tocar la roca del punto de salida. “Las embarcaciones no podían acercarse, así que esos primeros metros los hice completamente sola”, recordó.
Durante una hora y 36 minutos, enfrentó corrientes invisibles que la derivaban sin que pudiera notarlo. La indicación constante de su nadador de rescate fue clave para mantener el rumbo. “Si nadás sin referencia, podés terminar desviada sin darte cuenta. Las corrientes te mueven y, de repente, tenés un kilómetro extra por nadar”, explicó.
El mar le regaló postales únicas. “Nadé entre pingüinos. Fue un sueño. En medio del Estrecho San Carlos, a solas con el mar, me sentí una privilegiada”, expresó con emoción.
El impacto emocional de Malvinas
Aunque inicialmente lo vio como un desafío deportivo personal, el cruce de Broglia adquirió un significado más profundo a medida que avanzaban los preparativos. “Cuando hice público el proyecto, comenzaron a contactarme ex combatientes y familiares de soldados que murieron en Malvinas. Ahí entendí que no era solo mi sueño, era el sueño de muchos”, contó.
Días antes del cruce, visitó los cementerios de Darwin e inglés. “Fue un momento muy fuerte. Malvinas me cambió. Me hizo ver todo desde otro lugar”, admitió.
El día del cruce, mientras nadaba en el corazón del Estrecho, recordó los mensajes y pedidos que le hicieron llegar. “Yo me cargo de la energía de los demás. Durante la travesía, me tomé un momento para pensar en cada uno de ellos, en sus historias, en sus pérdidas. Sabía que muchos hubieran querido estar en mi lugar”, confesó.
Al llegar a la otra orilla, no había banderas ni festejos. Una de las condiciones impuestas por el gobierno inglés fue que no podía haber símbolos argentinos en la embarcación. “Cumplí con todo, pero mi gorro tenía la bandera de un lado y la sigla ARG del otro. Eso no me lo podían prohibir”, contó con picardía.
Han pasado siete años desde aquella hazaña y Broglia no duda cuando le preguntan si volvería a cruzar el Estrecho de San Carlos. “Sí, pero solo con el mismo equipo y las mismas condiciones”, afirmó.
El capitán del Mago del Sur, un navegante legendario, falleció hace algunos años. “Si él y Cristian Espínola estuvieran, lo haría de nuevo sin dudarlo. Pero Malvinas ya fue un regalo increíble. Me modificó para siempre”, concluyó.
Alejandra Broglia no solo cruzó a nado las frías aguas de Malvinas. Con su hazaña, unió un pedazo de historia, de deporte y de emoción argentina, dejando una huella imborrable en cada brazada.